Here comes the sun


– Otra que se ha quedado dormida y se le está cayendo la cabeza encima de mi hombro… espero que no se le caiga la baba… – dijo Irene desde la parte posterior del coche.

– No jodas tia, vosotras no os durmáis eh, ¡que sois mi única compañía!

Eran las 5 de la mañana, o una hora similar creo recordar, cuando decidimos no quedarnos a dormir en la Costa Brava, coger el coche y bajar a Barcelona.

Ana, la conductora oficial, estuvo de acuerdo, con la condición de que no dejáramos de hablar durante el trayecto y que nadie se quedara dormido (mientras no te duermas tú que eres la del volante…)

Nos comprometimos a amenizarle la conducción desplegando toda la simpatía de la que disponíamos a esas horas: la música hacia vibrar las ventanillas, los aplausos y coros duraron hasta la salida de Playa de Aro, acto seguido empezó a reinar el silencio dentro del automóvil.

Como buena copiloto empecé a analizar el día para distraernos, ¿nunca te han dicho que tienes voz de telefonista de linea caliente?, me soltó Ana sin ton ni son.

– Tanit tose, tose, ya veras Ana lo divertida que es cuando tose, no sabe y parece que esté haciendo otra cosa… Quizás será verdad lo de la linea erótica.- acabó de informar Irene.

Después del cachondeo decidí narrar la historia de esa jornada con entonación de voz de mujer GPS (o de linea caliente como decían ellas)

Habíamos sido invitadas a una barbacoa cerca de Pals, la casa donde se hacia la barbacoa estaba habitada por chicos y chicas, nosotras íbamos con invitación masculina y pronto nos ganamos alguna que otra mala mirada de las chicas de la casa.

¡No nos amargaran la barbacoa! Repetíamos sin cesar, hasta que a la hora de cenar decidimos fugarnos de la casa en busca de un plan B en el que las féminas no planearan nuestra muerte lenta y dolorosa. ¿Donde podemos ir? Al Bingo de Playa de Aro con los abuelitos que van a jugarse su pensión. Estábamos seguras que allí pasaríamos totalmente desapercibidas y seríamos bien recibidas.

Nos sentamos en una mesa en la que estaban jugando dos abuelitas con cuatro cartones cada una, nosotras dando por hecho que no estábamos tan bien entrenadas como ellas, decidimos pedir solamente uno para cada una, por si teníamos problemas de concentración…

La primera distracción de la mesa fue cuando yo intente sacarme el jersey, se que parece algo sencillo, algo que el ser humano esta diseñado para ejecutarlo sin ningún tipo de problema. Pero y si le sumamos que llevaba un brazo en cabestrillo y una peluca en la cabeza? Que? Ahora qué me decís? Cómo os sacarías el jersey disimuladamente?

Ana no paraba de mirarme y de descojonarse mientras yo intentaba no perder el brazo ni la peluca en el intento, finalmente otra alma caritativa me ayudó e Irene me acompañó al baño para recolocarme la peluca de pelo sintético torcida y despeinada.

– A ver cuando te dejan movilizar de nuevo el brazo, aunque sigo sin entender de que te ha salido a ti una tendinitis, como no sea de hablar por whatsapp…

– Ni idea, pero me están saliendo unas ampollas muy raras en el brazo, mira, mira.

– Te habrá tocado el sol, y como no lo puedes tomar… será alergia tia.

Volvimos a la sala con nuestros amigos de la tercera edad, el destino había decidido que esa noche no tendríamos suerte ni en el amor ni en el juego.

– Otro cartón aquí!!! – gritaba descontrolada una de nosotras- lo noto tias, lo noto, esta noche canto Bingo.

– Pues aquí pónganos otra copa- contestábamos las que optamos por el alcoholismo antes que por la ludopatía.

Entre copa y copa la risa asoma, la risa tonta y los comentarios inapropiados que antes susurrábamos entre risitas inocentes iban subiendo de tono, parece mentira no saber que un Bingo es como una misa, está muy mal visto que la gente hable y no atienda la palabra del Señor, en este caso de La Señora: 69, seis, nueve (voz de GPS o de línea caliente máxima.)

Las abuelas empezaron a mirarnos mal, ya no podían estar atentas a sus cuatro cartones porque nuestras conversaciones les interesaban más (lo sé, porque vi como se reían disimuladamente para que no se les cayera la dentadura postiza) y no daban abasto.

Nos fuimos, nos sentimos rechazadas una vez más, así que decidimos entrar en una discoteca para bailar un rato y sudar los cubatas baratos de la sala de jubilados, menos Ana, que era la chófer y tenía que comportarse debidamente.

– Mirad niñas, ya está saliendo el sol.

Nos quedamos calladas, unos momentos, las tres que seguíamos despiertas, es increíble que algo que sucede cada día pueda engendrar tanta esperanza a uno mismo. Un día nuevo piensas, una oportunidad más, que puede salir mal o bien. Imagina que sale bien, imagina que todo saldrá bien. No, no lo imagines, todo saldrá bien, por lo tanto, está todo bien (aunque lo del brazo fuera un herpes zoster y no una tendinitis). Y volví a mirarlas y sonreímos todas a la vez.

Here comes the sun, here comes the sun, and I say it’s all right

Little darling, it’s been a long cold lonely winter
Little darling, it feels like years since it’s been here

Here comes the sun, here comes the sun and I say it’s all right

Little darling, the smiles returning to the faces
Little darling, it seems like years since it’s been here

Here comes the sun, here comes the sun and I say it’s all right

Sun, sun, sun, here it comes…
Little darling, I feel the ice is slowly melting
Little darling, it seems like years since it’s been clear

Here comes the sun, here comes the sun,
and I say it’s all right

It’s all right

IT’S ALL RIGHT

«Here comes the sun» The Beatles.

PD: gracias por la foto a mi «filipina» favorita.

El fantástico mundo de las pruebas hospitalarias 

Siempre he pensado que si algún día se hiciera una peli de mi vida (si, soy una flipada) el filme empezaría estando yo ( o la super actriz de hollywood que hiciera de mi) dentro de una máquina de resonancias escuchando, a través de los auriculares, las instrucciones de los técnicos y los radiólogos diciendo: coge aire, no respires (y al cabo de 5 minutos) respira.

Media hora allí encerrada da mucho que pensar, más incluso que cuando te metes en la cama y consultas con la almohada preguntas sin respuesta que no te dejan dormir.

Normalmente te aconsejan cerrar los ojos cuando estás dentro del tubo de la resonancia, yo los dejo bien abiertos y cuento las pequeñas manchitas o imperfecciones que tiene el techo de esa máquina que casi me roza la punta de la nariz.

Sé que al otro lado del cristal están pendientes de mi, de mis constantes vitales, de por donde está bailando el contraste que me han hecho beber y el que me están introduciendo por vena.

Pero aun sabiendo todo esto es el momento en el que me siento más sola, en el que todos los fantasmas del pasado me rozan la planta de los pies, y allí es cuando mi cabeza empieza a proyectar imágenes ocurridas lejos de ese sitio, imágenes en las que no paro de reír, y de fondo una música que no tarareo por miedo a que alguien me escuche y se piense que me está dando un patatús y me saque corriendo del tubo.

A veces las películas que proyecto en mi imaginación se ven borrosas por falta de oxígeno, ¿se habrán olvidado de decirme que ya puedo volver a respirar?

Qué triste sería morir ahogada dentro de una «reso», qué poco glamour… Aunque quizás quedaría mucho peor morir en medio de una colonoscopia, esa prueba que tantas risitas tontas provoca por el hecho del sitio por donde se introduce el tubo.

Y que más da, si con la sedación no te enteras de nada y encima te llevas un buen colocón de regalo…

Una amiga siempre me contaba que le pedía al anestesista un besito en la mejilla antes de dormirse, para asegurarse que la introducción del tubo sería un acto de cariño y no una vulgar prueba en la que pierdes una vez más toda tu dignidad.

«Quítate toda la ropa y ponte esta bata», esto ya motiva muy poco antes de entrar a cualquier sala de rayos X. A veces me da por pensar cuanta radiación llevo encima y si algún día tendré el poder de brillar en la oscuridad…

Podría estar horas hablando de camilleros majos que te cuentan chistes antes de entrar a quirófano para intentar relajarte, de médicos conocidos que te preguntan como estás cuando van entrando uno detrás de otro a la sala de operaciones mientras a ti te están empezando a enchufar aparatitos por todo el cuerpo: » Pues bien, aquí desnuda y a punto de estar abierta en canal» me dan ganas de contestar.

Pruebas de capacidad pulmonar en los que te ahogas con el ventolín, pruebas ginecológicas en las que te ves obligada a mostrar el alma a todo el que pase por esa habitación, pruebas de muestras de médula ósea en la que una aguja larguísima tiene la poca vergüenza de traspasarte el escote…

Pruebas largas y pesadas, horas de torturas y nervios, muchos nervios por los resultados, por eso estoy feliz de tener siempre a buenos acompañantes en la sala de espera, por tener a grandes profesionales que si hace falta me cantan la zarzamora para distraerme…

Y ojalá, algún día las resonancias para los mayores pudieran ser como las de los pequeños valientes del Hospital Sant Joan de Déu, (ver enlace)

http://www.elperiodico.com/es/noticias/sanidad/sant-joan-deu-transforma-las-resonancias-una-aventura-espacial-para-los-ninos-3530050

y ya no tenga que imaginarme aventuras porque ya la estaré viviendo dentro de una nave espacial. Gracias a todos los que lográis que el sufrimiento se convierta en aventura y aprendizaje.