Fue la princesa quién mató a su dragón y rescató a Sant Jordi

 

Ese terrible monstruo andaba aterrorizando a toda la población desde hacía meses. Le gustaba jugar a Master Chef y cada día elegía a una persona distinta para saborearla y masticarla. Como podían librarse de esa terrible calamidad? Entregando a la princesa, pues era la única condición que había puesto el dragón verde para irse y no volver jamás.

La princesa salió de las murallas del reino y las puertas se cerraron rápidamente tras de si. Sola ante el peligro. No era una peli eso? Y acababa bien o mal?
Empezó a subir la colina donde la estaba esperando su asesino, no quiso quitarse los tacones, antes muerta que sencilla, eso también era una película o tal vez una canción?
Llegó a la cima y no encontró a nadie, se sentó en el suelo a esperar y optó por distraerse mandando whatsapps a sus amigas.
«Pues aquí estoy, esperando a que llegue el comilón… «
No le importaba sacrificarse por su pueblo, si él dragón cumplía su promesa, su pequeño gesto salvaría miles de vidas…
El suelo empezó a temblar, el dragón ya está aquí? Se levantó resignada sabiendo cual sería su fatídico final, y quién apareció frente a ella fue un blanco caballo montado por un caballero que dijo llamarse Jordi.
– Vengo a rescatarte princesa.
– Llegas demasiado pronto, no ves que no ha llegado ni el dragón?
– Pues lo esperaré y lo mataré y me convertiré en un héroe, contarán mi leyenda durante años, recordarán este día y lo festejaran a lo grande…
– Perdona, decías algo? Es que estaba ocupada con el whatsapp.
– Da igual…
La princesa volvió a sentarse en el suelo y el caballero hizo lo mismo.
Habían pasado dos horas y el terrible monstruo seguía sin dignarse a hacer acto de presencia.
– Oye, y si nos vamos?
– Tu no querías ser un héroe? Que poca paciencia chico…
– Podemos inventarnos una gran historia en la que yo te rescato y mato con mis propias manos al terrible dragón que quería acabar con tu valiosa vida…
El suelo volvió a temblar, una peste a azufre inundó el aire que respiraban. Un inmenso dragón apareció delante de la princesa y del gentil caballero. Al ver semejante monstruo Jordi se desmayó. La princesa le tomó prestada la espada y empezó a correr con furia hacia la bestia. Si quieres que algo se haga bien mejor hacerlo tu misma… pensó.
Se plantó delante del dragón y pregunto:
– Tus últimas palabras?
– Eres mi ídola.- contestó el dragón.
– Como?
– Que soy tu fan número uno, podemos hacernos un selfie antes de que me claves la espada?
– Emmm… Si claro, si esa es tu última voluntad… Pero oye, tu no me quieres comer?
– Si, pero a besos! Hace meses que te sigo por todas tus redes sociales, eres mi «it princess» favorita en serio, eres divina, ideal y te necesito para mi colección de delicatessen.
– O sea que me vas a comer…
– Pero con amor…
La princesa accedió a hacerse una foto con el dragón y dejó que la subiera a Instagram.
– Verás la de likes que voy a tener…- dijo emocionado el dragón.
– Yo tendré más…
Sin dejar tiempo a ningún tipo de reacción por parte de la bestia mitómana la princesa le clavó la espada del caballero desmayado en medio del corazón.
De la sangre del animal muerto brotó una preciosa rosa. Y dejó una gran estampa para que pudiera hacer una foto y ganar en likes al dragón.
Jordi se despertó.
– Ya he matado al monstruo verde?
– Si, ha sido impresionante tu gran valentía… Deja que te obsequie con esta hermosa rosa como agradecimiento por salvarme la vida.
Y no es necesario decir que Jordi no se cansó de contar a diestro y siniestro esta leyenda que su princesa le había contado… Menos mal que estoy yo para contaros la verdad sobre todas las cosas.
Y esta es mi forma de desearos a todos un feliz Sant Jordi, una de mis fiestas favoritas y de las más emotivas para mi, por eso he querido contar con la colaboración artística de Marían Martínez, quién el año pasado ya me dibujó luchando contra mi propio dragón y este año ya me ha dibujado como vencedora. Gracias!

Segunda oportunidad

Sé que no todo el mundo puede tener una segunda oportunidad, aunque yo quizás ya voy por la sexta y espero no llegar a la séptima (los gatos no siempre podemos caer de pie)
Volví a nacer el 16 de abril del 2014 en una habitación de la planta de hematología del Hospital Clinic de Barcelona.
Pesé 47 kg, medí 1,70 y no derramé ni media lágrima, es posible que en otra vida anterior hubiera gastado demasiadas y ahora me tocaba dosificarlas.
Aprendí a caminar por un largo pasillo lleno de ventanales que me dejaban ver la luz del día y me recordaban que allí fuera algo me esperaba.
Volver a empezar, otra vez…
Antes de que me dieran el alta me recordaron una serie de normas que debía cumplir estrictamente si quería sobrevivir fuera de los muros del hospital. «Nada de Sol, nada de comidas crudas, nada de sitios muy frecuentados y tomate todas estas pastillas y no te olvides de la mascarilla».
Debía de pagar un precio muy bajo para todo lo que había ocurrido, así que no me quejé e intente ir despacito, intenté volver a descubrir el mundo desde los ojos de un recién nacido un poco especial…
Pero pronto me invadió la necesidad de vivir el doble, me agobiaba el hecho de no estar disfrutando esta nueva oportunidad, quería abarcarlo todo, probarlo todo, hacerlo todo.
Y todo esto suele ir seguido de la decepción por no cumplir tus expectativas, tu plan loco y acelerado por saborear cada rincón de este maldito mundo que ha querido darte el beneficio de la duda no expulsándote a la mínima que has mostrado debilidad como cualquier otro ser humano.
Finalmente llegas a una conclusión: ¿Qué más me puedo pedir? Has sobrevivido a lo imposible, con esto todo basta, cada segundo entre vosotros es el regalo que necesito.
¿Y a que me he dedicado durante este nuevo aprendizaje?
A medirme el pelo (y lo sigo haciendo) con una regla como los hombres hacen con su …….. aunque siempre niegan que lo hacen. Pero lo hacen.
A empezar a tomar suaves baños de sol y darles de nuevo la bienvenida a mis pequitas de panecillo integral que tanto tiempo habían detenido la invasión de mi rostro blanco.
A celebrar toda buena noticia que se me da y a odiar con toda mi alma todo lo malo e injusto que se presenta delante de nosotros.
La segunda vez que cumpliré un año. Pelo igual de corto, sonrisa igual de amplia, pero un agradecimiento tan grande dentro de mi que jamás podrá desaparecer.
Un deseo. Y que sigan pasando los años y nos acaricien en vez de abofetearnos.